lunes, 11 de febrero de 2013

¡NO, NO SOMOS UNAS MARUJAS!

En España, cuando dicen de una mujer que es una maruja o una marujona, la tildan despectivamente de mujer "de su casa", generalmente dada al chisme, tirando a analfabeta, y nada vestida a la moda.
Cuando en nuestras capillas, algunas de las jóvenes mujeres SUD que pertenecen a la Sociedad de Socorro, oyen que las actividades planeadas por las presidencias de la organización se van a basar en la costura, o en cómo mejorar ciertas técnicas de Economía Doméstica, se niegan a asistir a ese tipo de reuniones, porque dicen que "no son unas marujas".
Y es verdad, ¡No, no somos unas marujas! Sin embargo, las hermanas de la Sociedad de Socorro sí que somos mujeres que amamos nuestro hogar, que nos encanta sentirnos las reinas de él, que hacemos todo lo posible por hacer de él un pedacito de cielo, un lugar en el cual nuestros esposos se sientan a gusto, y sientan cuánto les amamos, y que nuestros hijos sientan que su hogar es un refugio en contra de las cosas negativas del mundo. 
¡No, no somos marujas! Pero queremos seguir fielmente las pautas que nos da el Señor, las cuales consisten principalmente en seguir los propósitos de la Sociedad de Socorro que son principalmente: 
Aprender y poner en práctica habilidades que nos ayudan a aumentar nuestra fe y nuestra rectitud personal, a fortalecer a nuestras familias y hacer de nuestros hogares centros de fortaleza espiritual, además de intentar poner en práctica los principios de la vida providente y la autosuficiencia, tanto espiritual como temporal.
Ser una verdadera SUD es todo eso, es  sentir y tener un modo de vida diferente a las personas que no son parte del Pueblo del Convenio. Como ya lo decía hace años el antiguo Presidente Heber J. Grant y sus consejeros:  
 
“Instamos siempre con sinceridad al pueblo a la imperiosa necesidad de vivir con rectitud, de
evitar las extravagancias, de cultivar los hábitos de economía e industriosidad, de vivir
estrictamente dentro de los límites de sus ingresos, y de poner en ahorros algo, aunque sea
una pequeña cantidad, para los tiempos de mayor escasez que puedan sobrevenirnos”.
La Primera Presidencia (Heber J. Grant, Anthony W. Ivins, J. Reuben Clark Jr.)

sus consejos todavía siguen vigentes hoy en día, pues todavía debemos esforzarnos en vivir con rectitud en contra de los vicios del mundo, todavía debemos evitar las extravagancias que nos impiden cumplir con un recto y cabal vivir, de cultivar los hábitos de economía, porque debemos aprender a no ceder al consumismo tan exacerbado al cual nos insta la sociedad actual, de ser industriosos, en el sentido de evitar la ociosidad malsana, haciendo todo lo posible por no depender de otros para nuestra subsistencia, y esforzándonos al máximo dando lo mejor de nosotros mismos. Sí, en la Sociedad de Socorro todavía siguen vigentes estos consejos, y es ahí en dónde tenemos la oportunidad de aprender a vivir dentro de las leyes del Evangelio, y a vivir como verdaderas SUD, tal como el Señor espera de nosotras, cumpliendo con Su voluntad, sin importar la perversidad de las filosofías del mundo que hacen que lo bueno parezca malo, y lo malo resplandezca engañosamente a los ojos de muchos.
Las hermanas de la Sociedad de Socorro debemos luchar en contra de las corrientes malignas que desvirtúan el papel sagrado de la mujer, pues no hay mayor bendición que formar hogares en los que reina el verdadero Espíritu del Señor, en dónde la bondad, la justicia y el amor brillan con esplendor, y en dónde los integrantes de la familia se sienten queridos, aceptados y protegidos.
Las mujeres SUD no son unas marujas, son unas hijas de Dios, y como tales, quieren y se esfuerzan en seguir la voluntad de su Padre, y son muy inteligentes, porque saben que han elegido la buena parte, aún si para ello, tienen que aprender a coser, a cocinar, a ahorrar, a vestir modestamente...
Las mujeres SUD saben que han elegido lo correcto, y se esfuerzan en seguir al Señor.

 

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HERMANAS

Un día, una mujer recién casada merendaba en casa de su madre. Hablaban de la vida, del matrimonio, de las responsabilidades y de las obligaciones de la vida adulta.

Pensativa, la madre le dijo a su hija:

“Nunca olvides a tus hermanas. Se volverán cada vez más importantes a medida que vayas envejeciendo. Aunque ames profundamente a tu marido, y a los hijos que iréis teniendo, siempre necesitarás a tus hermanas. Intenta hacer cosas con ellas de vez en cuando y compartir momentos de la vida. No olvides que hermanas significa todas las mujeres: tus amigas, tus hijas, tus compañeras y todas las que forman el grupo femenino de tu familia. Las necesitas.”

¡Menudo consejo, pensaba la hija, pues estoy recién casada, y mi marido y la familia que vamos a crear juntos será sin duda lo que dará todo el significado a mi existencia.

Sin embargo, intentó seguir el consejo de su madre. Guardaba contacto con sus hermanas, y cada año tenía más amigas que el anterior.

Fue pasando el tiempo, y poco a poco se dio cuenta de que su madre había sabido darle el mejor consejo, pues cuando se producían cambios en su vida, sus hermanas se convertían en pilares de gran ayuda.

El tiempo pasa, se va viviendo la vida, la distancia separa, los niños crecen. Los seres queridos van muriendo, los corazones se rompen, y las carreras se terminan.

Pero…las hermanas permanecen, pues ni el tiempo ni la distancia cambian nada. Siempre hay una amiga cerca de ti cuando la necesitas. Cuando tengas que cruzar el valle solitario , habrá mujeres en tu vida que estarán a tu lado para animarte, para orar por ti, para ayudarte, para tomarte en sus brazos.

Amigas, hijas, nueras, nietas, hermanas, cuñadas, madres, abuelas, tías, sobrinas, vecinas, todas bendicen tu vida. El mundo no sería el mismo sin esta complicidad entre mujeres. Nos necesitamos las unas a las otras. (Autora anónima)