Basado en un discurso del Élder Russell M. Nelson (Liahona Julio 1987)
Existe gente que traspasó el umbral de la muerte y que volvió luego a la vida. Esto no se puede considerar como una verdadera resurrección, ya que la Resurrección, tal como la entienden las Escrituras, significa la unión del cuerpo y del espíritu después de la muerte, de una forma definitiva, en contraposición con los que, habiendo traspasdo el umbral de la muerte, vuelven a la vida para en un día futuro, volver a morir.
Cristo fue el primer ser en resucitar, es decir, que después de su vida, falleció, y después de su fallecimiento, volvió a la vida, pero en un estado de inmortalidad permanente.
Naturaleza de la Resurrección
Los compuestos derivados del polvo (elementos de la tierra) se combinan para formar cada célula viviente del organismo humano. El milagro de la resurrección se iguala sólo al milagro de nuestra creación.
Nadie sabe a ciencia cierta cómo dos células embrionarias se unen para formar una sola; tampoco se sabe cómo esa célula resultante se multiplica y se divide para formar otras: algunas para conformar ojos que ven, oídos que oyen y dedos que palpan las cosas maravillosas que nos rodean. Cada célula contiene cromosomas con miles de genes, los cuales afianzan la identidad y la autonomía de cada persona. Nuestro organismo se reconstruye constantemente con arreglo a una fórmula genética que es exclusivamente nuestra. Cada vez que tomamos un baño, nos despojamos no sólo de suciedad sino también de células muertas o que están muriendo, y éstas son reemplazadas con células nuevas. Ese proceso de regeneración y de renovación no es sino el preludio del fenómeno prometido y el hecho futuro de nuestra Resurrección.
"Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?", preguntó Job (Job 14:14)
Con fe, respondió a su propia pregunta:
"Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo. Y después de deshecha ésta mi piel, en mi carne he de ver aDios." (Job 19: 25-26)
En el momento de nuestra resurrección, levantaremos nuestro tabernáculo inmortal. El cuerpo que ahora envejece, se deteriora y se debilita no estará ya sujeto al proceso de degeneración orgánica. "Porque es necesario que...esto mortal se vista de inmortalidad." (1 Corintios 15:53)
Ese gran poder del sacerdocio de la resurrección yace en el Señor. Él enseñó: "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra." (Mateo 28:18)
Cristo, el Unigénito del Padre, obtuvo la victoria sobre la muerte: "Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre. " (Juan 10: 17-18)
Las llaves de la Resurrección se encuentran a salvo en poder de nuestro Señor y Maestro. Él dijo:
"Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente." (Juan 11: 25-26)
Jesús abrió las puertas de la Resurrección. Es el Salvador del género humano. Él dio origen a la resurrección universal.
"Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados." (1 Corintios 15:22).
Su sacrificio y su gloria aseguran que "el espíritu y el cuerpo serán reunidos otra vez en su perfecta forma; los miembros así como las coyunturas serán restaurados a su propia forma, tal como nos hallamos ahora."
(Alma 11:43)
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