Cuando
hemos bajado a las aguas bautismales, le hemos prometido al Señor que
tomaríamos sobre nosotros su nombre. Convertirnos en cristianos nos compromete
a vivir de tal modo que tengamos con nosotros siempre la compañía del Espíritu
Santo. Para ello, debemos mantener las siguientes metas espirituales:
1.
Orar cada día de forma sincera y con
fe
2.
Leer las Escrituras, en particular
el Libro de Mormón cada día (como mínimo 5 veces por semana)
3.
Hacer el mayor bien posible a los
que nos rodean, empezando por los de nuestra propia familia. Por nuestras obras
de cariño sincero, que los que están a nuestro alrededor nos consideren buenas
discípulas de nuestro Salvador. Debemos recordar que el Señor manda a todos sus
discípulos seguir Su ejemplo. Como nuestro mayor Maestro, Él nos mostró cómo
amarnos los unos a los otros, invitándonos a seguir la Ley de Oro. Si no
ejercemos ese tipo de amor que Él llama Caridad, por mucho que hagamos todo lo
demás, no somos nada. Y nada de lo que hagamos tiene valor.
4.
Vestir de forma decorosa: nuestra
forma de vestir demuestra lo que hay en nuestras mentes y en nuestros
corazones. Si pretendemos seguir a Cristo, también nuestra ropa debe ser un
reflejo de hasta qué punto lo queremos seguir. Por lo tanto, debemos evitar las
modas indecorosas del mundo, siguiendo nuestra propia moda, la cual debe ser la
misma que aprobaría el Señor, debiendo ser recatada y modesta.
5.
Mostrar reverencia por todo lo que
nos rodea, tanto en nuestros hogares, como fuera, y por supuesto, en la
capilla. Que todo lo que hagamos, digamos y hasta pensemos, sea para
reverenciar al Señor, a Sus creaciones (en la naturaleza), y a sus posesiones (en las capillas, en los
templos y en todos sus alrededores)
6.
No tomar nunca el nombre de la Deidad en
vano, ni en nuestras conversaciones banales, y nunca por supuesto, de forma
vulgar.
Si
nos esforzamos con ahínco en cumplir con estas pautas básicas, podremos tener
como compañero constante al tercer miembro de la Deidad, el Espíritu Santo. Él
nos guiará y acompañará a lo largo de nuestra vida, haciéndonos sentir el amor
de nuestro Padre Celestial, reconfortándonos cuando nos sintamos decaídos,
alejándonos de graves peligros, y brindándonos
la paz que sólo el Señor sabe dar.
CUÍDENSE TODOS LOS HOMBRES DE CÓMO TOMAN MI NOMBRE EN SUS
LABIOS
Los nombres del
Padre y del Hijo son muy sagrados
. Tan sagrado es el nombre de
nuestro Padre Celestial que para evitar la repetición demasiado frecuente del
nombre de la Deidad, el Santo Sacerdocio, según el Orden del Hijo de Dios se
llama Sacerdocio de Melquisedec (D y C 107: 1-4) Antiguamente se consideraba el
nombre de Dios tan sagrado que se restringía con el mayor cuidado posible: ni
siquiera se pronunciaba cuando se leían las Escrituras en voz alta.
. El nombre de Jesucristo
también es muy sagrado. Le reverenciamos y honramos como nuestro Salvador y
Redentor. Con su sacrificio expiatorio nos brindó la posibilidad de volver a la
presencia de nuestro Padre Celestial. Las personas que creen en Él y sienten
gratitud por lo que hizo por todos nosotros deben reverenciar su nombre.
ES PUES UN PECADO TOMAR EL
NOMBRE DE LA DEIDAD EN VANO.
Usos indebidos del nombre del Señor
. Utilizar el nombre del
Señor de forma habitual en las conversaciones
Con frecuencia, el mundo que
nos rodea emplea el nombre de Dios de forma habitual sin tenerlo por sagrado.
Pero el mandamiento de no tomar el nombre de Dios en vano sigue vigente en la
actualidad. No tomarás el nombre de
Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su
nombre en vano. (Éxodo 20:7; Mosíah
13:15)
. Utilizar el nombre de la
Deidad de forma vulgar (blasfemia)
Hablando de la blasfemia, que
antiguamente solía ser una infracción severamente castigada, y muestra que los
que la emplean tienen una mente débil e inferior, el Pte. Kimball dijo: “En
cuanto a la profanación o tomar el nombre del Señor en vano, sólo al orar o en
los discursos o conversaciones respetuosos se deben usar los nombres de Dios, y
ciertamente jamás en una manera innecesaria o descuidada. El uso de las
consabidas palabras insolentes es suficientemente malo en sí mismo, ya que
tachan a uno de mal educado, pero eso de usar profanamente cualquiera de los
nombres de nuestro Señor es
absolutamente inexcusable.”
. Las palabras derivadas de
las blasfemias para atenuarlas son igual de malas que las propias
blasfemias.
. Efectuar ordenanzas del
Evangelio sin tener la debida autoridad
El Pte. Kimball dijo: “Nadie
puede obtener la autoridad de Dios con leer la Biblia o sólo por un deseo de
servir al Señor, pese a lo puros que sean sus motivos.” Sólo los que tienen la
debida autoridad pueden efectuar ordenanzas sagradas. Los demás, si las hacen,
están tomando el nombre del Señor en vano.
. No cumplir con nuestros
convenios hace que utilicemos el nombre de Dios en vano
El debido uso del nombre del Señor
Debemos utilizar el nombre del
Señor con todo respeto y reverencia cuando:
. oramos al Padre en el nombre
de su Hijo Jesucristo (3Nefi 18:21)
. los poseedores del sacerdocio
efectúan las ordenanzas del Evangelio
. damos discursos o
testimonios en la Iglesia
. adoramos al Padre en el
nombre de Cristo ( D y C 20:29)
. profetizamos en el nombre
del Señor (D y C 130: 12)
Conclusión:
Cuando hemos sido bautizados,
hemos aceptado la responsabilidad de llevar sobre nosotros el nombre sagrado de
Cristo, nuestro Dios. Como cristianos que somos, debemos evitar pronunciar el
nombre de la Deidad demasiado frecuentemente, tanto de forma banal en nuestras
conversaciones como de forma inapropiada y vulgar. Si no obedecemos este
mandamiento, el Señor no nos tendrá como inocentes en este aspecto puesto que
su nombre es sagrado, y como sagrado, estamos en la obligación de respetarlo
con toda reverencia.
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