Discurso de la Hna. Allred en la Conferencia de Octubre 2011
(En este artículo del Blog se añaden los énfasis en negrita y los motivos decorativos)
La caridad nunca deja de ser
Primera Consejera de la Presidencia General de la
Sociedad de Socorro
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Mi esposo y
yo acabamos de visitar la ciudad de Nauvoo, Illinois. Mientras estábamos allí,
nos sentamos en el cuarto superior de la tienda de ladrillos rojos donde el
profeta José Smith tenía su oficina y negocio, y escuchamos atentamente a la
guía que describía algunos de los acontecimientos históricos de la Restauración
que se llevaron a cabo en ese lugar.
Mi
pensamiento se dirigió a la fundación de la Sociedad de Socorro y a algunas de
las enseñanzas que las hermanas de la Sociedad de Socorro recibieron del
profeta José en ese mismo cuarto. Esas enseñanzas llegaron a ser los principios
fundamentales sobre los cuales se edificó la Sociedad de Socorro. Los
propósitos de aumentar la fe, fortalecer los hogares de Sión y buscar y ayudar
a los necesitados se establecieron desde el principio; dichos propósitos
siempre han sido uniformes con las enseñanzas de nuestros profetas.
En una de
esas primeras reuniones, el profeta José citó los escritos de Pablo a los
corintios. En su poderoso discurso sobre la caridad, Pablo se refiere a la fe,
a la esperanza y a la caridad, y concluye diciendo, “…pero la mayor de ellas es
la caridad.
Él describe
las cualidades que encierra la caridad; dice:
“La caridad
es sufrida, es benigna; la caridad no tiene envidia, la caridad no se jacta, no
se envanece;
“…no busca
lo suyo, no se irrita, no piensa el mal;
“no se
regocija en la maldad, sino que se regocija en la verdad;
“todo lo
sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
“La caridad
nunca deja de ser”
Al hablarles
a las hermanas, el profeta José dijo: “No se limiten en sus puntos de vista con
respecto a las virtudes de su prójimo… Si desean hacer lo que hizo Jesús, deben
ensanchar su alma hacia los demás… Al ir aumentando en inocencia y virtud, al
ir incrementando su bondad, dejen que se ensanche su corazón, hagan que se
extienda hacia los demás; deben tener longanimidad y sobrellevar las faltas y
los errores del género humano. ¡Cuán preciosas son las almas de los hombres!”.
La
declaración de las Escrituras “La caridad nunca deja de ser” llegó a ser el
lema de la Sociedad de Socorro, puesto que abarca estas enseñanzas y el mandato
que el profeta José Smith les había dado a las hermanas de la Sociedad de
Socorro de “socorrer al pobre” y “salvar almas”.
Estos
principios fundamentales han sido adoptados por las hermanas de la Sociedad de
Socorro de todo el mundo, ya que ésa es la naturaleza de la obra de la Sociedad
de Socorro.
¿Qué es la
caridad? ¿Cómo logramos la caridad?
El profeta
Mormón define la caridad como “el amor puro de Cristo”; a su vez, Pablo enseña que “…la caridad…
es el vínculo de la perfección” y Nefi nos recuerda que “…el Señor Dios
ha dado el mandamiento de que todos los hombres tengan caridad, y esta caridad
es amor”.
Al revisar
la descripción previa que Pablo hizo de la caridad, aprendemos que la caridad
no es un acto único ni algo que damos, sino una condición del ser, una
condición del corazón, sentimientos bondadosos que generan actos de amor.
Mormón
también enseña que la caridad se otorga a todos los que son verdaderos
discípulos del Señor y que la caridad purifica a quienes la poseen. Además, aprendemos que la caridad es un
don divino que debemos procurar y pedir en oración. Tenemos que tener caridad
en nuestro corazón para heredar el reino celestial.
Sabiendo que
el Señor nos ha pedido que nos vistamos “…con el vínculo de la caridad” debemos preguntarnos cuáles son las
cualidades que nos ayudarán a cultivar la caridad.
Primero,
debemos tener el deseo de tener más caridad y de ser más como Cristo.
El siguiente
paso es orar. Mormón nos exhorta a “…[pedir] al Padre con toda la energía de
[nuestros] corazones, que [seamos] llenos de este amor”. Este amor divino es la
caridad, y al ser llenos de ese amor, “[seremos] semejantes a él”.
El leer las
Escrituras a diario puede enfocar nuestras mentes en el Salvador y en un deseo
de ser más como Él.
En mi
oficina, decidí colgar una pintura de Minerva Teichert titulada El rescate
de la oveja perdida. Muestra al Salvador en medio de Sus ovejas sosteniendo
tiernamente un corderito en Sus brazos. Me ayuda a reflexionar sobre Su
súplica: “Apacienta mis ovejas” que, para mí, significa ministrar a
todas las personas que las rodeen y dar atención especial a los necesitados.
El Salvador
es el ejemplo perfecto de cómo ser caritativo. Durante Su ministerio mortal, Él
mostró compasión por el hambriento, por el pecador, por el afligido y el
enfermo. Ministró al pobre y al rico; a las mujeres, a los niños y a los
hombres; a la familia, a los amigos y a los extraños. Perdonó a quienes lo
acusaban y sufrió y murió por toda la humanidad.
A lo largo
de su vida, el profeta José Smith también practicó la caridad al mostrar amor
fraternal y respeto hacia los demás. Era bien conocido por su bondad, afecto,
compasión y preocupación por quienes lo rodeaban.
Hoy en día
somos bendecidos por tener un profeta que ejemplifica la caridad. El presidente
Thomas S. Monson es un ejemplo para nosotros y para el mundo. Viste el manto de
la caridad. Es amable, compasivo y generoso, un verdadero ministro del Señor
Jesucristo.
El
presidente Monson enseña:
“La caridad es tener paciencia con alguien que nos ha
defraudado. Es resistir el impulso de ofenderse con facilidad. Es aceptar las
debilidades y los defectos. Es aceptar a las personas como realmente son. Es
ver, más que las apariencias físicas, los atributos que no empalidecerán con el
tiempo. Es resistir el impulso de categorizar a otras personas” .
(Dibujo que muestra que la caridad es sufrir con paciencia los defectos del prójimo)
Cuando
tenemos caridad, estamos dispuestos a servir y ayudar a los demás cuando no es
fácil y sin esperar reconocimiento ni reciprocidad. No esperamos que se nos
asigne ayudar, porque es parte de nuestra naturaleza. Al decidir ser
bondadosas, cuidadosas, generosas, pacientes, dispuestas a aceptar, a perdonar,
a incluir a todos y a ser desinteresadas, descubrimos que estamos llenas de
caridad.
La Sociedad
de Socorro proporciona innumerables maneras de servir a los demás. Una de las
formas más importantes de practicar la caridad es mediante el programa de
maestras visitantes. Por medio de visitas eficaces, tenemos muchas
oportunidades de amar, ministrar y de servir a otras personas. Expresar caridad
o amor purifica y santifica nuestra alma, lo que nos ayuda a llegar a ser más
como el Salvador.
Me maravillo
al ser testigo de los incontables actos de caridad que se realizan a diario por
medio de las maestras visitantes alrededor del mundo que desinteresadamente
ministran las necesidades de las hermanas individualmente y como familia. A
esas maestras visitantes fieles les digo: “Mediante esos pequeños actos de
caridad, ustedes siguen al Salvador y actúan como instrumentos en Sus manos a
medida que ayudan, cuidan, elevan, consuelan, escuchan, animan, nutren, enseñan
y fortalecen a las hermanas que están bajo su cuidado”. Permítanme compartir algunos
breves ejemplos de dicho ministerio.
Rosa sufre
de diabetes debilitante y de otras enfermedades. Se unió a la Iglesia hace
pocos años. Es madre sola con un hijo adolescente. Con frecuencia la tienen que
internar en el hospital por unos cuantos días. Sus bondadosas maestras
visitantes no sólo la llevan al hospital, sino que la visitan y la consuelan
mientras está allí y también velan por su hijo en su casa y en la escuela. Sus
maestras visitantes prestan servicio como sus amigas y su familia.
Después de
algunas visitas a cierta hermana, Kathy se enteró de que esa hermana no sabía
leer, pero que quería aprender. Kathy ofreció ayudarla aun cuando sabía que
requeriría tiempo, paciencia y constancia.
Emily es una
joven esposa que buscaba la verdad. Su esposo Michael tenía menos interés en
religión. Cuando Emily enfermó y pasó un tiempo en el hospital, Cali, una
hermana de la Sociedad de Socorro que era su vecina, preparó comidas para la
familia, cuidó al bebé de ellos, les limpió la casa e hizo los arreglos para
que Emily recibiera una bendición del sacerdocio. Esos actos de caridad
ablandaron el corazón de Michael. El decidió asistir a las reuniones de la
Iglesia y reunirse con los misioneros. Hace poco, Emily y Michael fueron
bautizados.
“La caridad
nunca deja de ser… La caridad… es benigna,… no busca lo suyo,… todo lo sufre,
todo lo soporta”.
El
presidente Henry B. Eyring dijo:
“La historia
de la Sociedad de Socorro está colmada de relatos de ese notable servicio
desinteresado …
“Esta
sociedad está compuesta por mujeres cuyos sentimientos de caridad provienen de
un corazón cambiado que reúne las condiciones necesarias y por guardar
convenios que se ofrecen sólo en la verdadera Iglesia del Señor. Los
sentimientos de caridad de ellas proceden de Él mediante Su expiación; sus
actos de caridad son guiados por el ejemplo del Señor y motivados por el
agradecimiento que surge ante Su infinito don de la misericordia, así como por
el Espíritu Santo, que Él envía para acompañar a Sus siervos en sus misiones de
misericordia. Debido a ello, han hecho y son capaces de hacer cosas
extraordinarias por el prójimo y de hallar gozo aun cuando ellas mismas tengan
grandes necesidades”.
El
proporcionar servicio y mostrar caridad hacia los demás nos ayuda a sobrellevar
nuestras propias dificultades y hace que parezcan menos desafiantes.
Ahora vuelvo
a las enseñanzas del profeta José a las hermanas, en los primeros días de la
Restauración. Al instarlas a que pusieran en práctica la caridad y la
benevolencia, él dijo: “Si viven de acuerdo con estos principios, ¡cuán grande
y glorioso será su galardón en el reino celestial! Si viven de acuerdo con
estos privilegios, no se podrá impedir que los ángeles las acompañen”.
Hoy ocurre
tal como en los primeros días de Nauvoo, en que las hermanas buscaban y
ayudaban a los necesitados. Las hermanas del reino son grandes pilares de
fortaleza espiritual, de servicio compasivo y devoción. Maestras visitantes
dedicadas se visitan y cuidan unas de otras; siguen el ejemplo del Salvador y
hacen lo que Él hizo.
Todas las
mujeres de la Sociedad de Socorro pueden ser llenas de amor al saber que sus
pequeños actos de caridad tienen poder sanador sobre los demás y sobre ellas
mismas. Llegan a saber con certeza que la caridad es el amor puro de Cristo y
que nunca deja de ser.
Al leer la
historia de la Sociedad de Socorro las conmoverá descubrir que este importante
principio del Evangelio es un tema común a lo largo de todo el libro.
Concluyo con
una invitación a todas las mujeres de la Iglesia: que rueguen por el deseo de
ser llenas del don de la caridad, el amor puro de Cristo. Utilicen todos sus
recursos para hacer el bien, llevando alivio y salvación a quienes las rodean,
incluso a su propia familia. El Señor las bendecirá con éxito por sus
esfuerzos.
Que nuestro
conocimiento del gran amor que el Padre y el Hijo tienen por nosotras, y
nuestra fe y gratitud por la Expiación nos impulsen a cultivar y a practicar la
caridad con todas las personas que nos rodean. Éste es mi ruego, en el nombre
de Jesucristo. Amén.
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